En el moldeo por inyección, las conversaciones sobre el retorno de la inversión (ROI) suelen centrarse en temas más llamativos: tiempos de ciclo más rápidos, nueva automatización o materiales de última generación. Aunque esas áreas contribuyen sin duda a la rentabilidad, hay una palanca menos comentada y a menudo más poderosa que se esconde a plena vista: el tiempo de actividad.
¿Qué entendemos por tiempo de actividad?
El tiempo de funcionamiento es algo más que una máquina en marcha: es la ausencia de interrupciones. Eso incluye el tiempo que se ahorra evitando piezas atascadas, reduciendo los desechos de arranque, eliminando las conjeturas en los reinicios del proceso y manteniendo el molde ciclando suavemente sin intervención.
Estos momentos de inactividad -aunque individualmente puedan parecer menores- se acumulan rápidamente. Para los moldeadores que producen piezas de gran volumen y escaso margen (como cubos o contenedores de almacenamiento), incluso una sola pieza atascada o un solo ajuste pueden tener un efecto dominó. Multiplíquelo por cientos de ciclos por turno y el coste se hace tangible.
Los cubos y el problema de la previsibilidad
Tomemos como ejemplo el moldeo de cubos. Estas piezas son notoriamente desafiantes debido a su geometría y tendencia a pegarse en el molde. Cuando una pieza se atasca, un operario puede tener que detener la máquina, retirar manualmente la pieza e inspeccionar el molde, lo que a veces requiere un reinicio completo.
¿Cuál es el coste de esa interrupción? No sólo en tiempo, sino en chatarra, mano de obra y pérdida de disponibilidad de la máquina. Y a menudo, el arreglo es temporal: el mismo problema volverá a producirse horas o días después a menos que se aborde la causa de fondo.
Chatarra de arranque: El asesino silencioso de los márgenes
Otra fuga de productividad habitual se produce durante los arranques y los cambios. Los procesos de arranque inconsistentes conducen a la producción de piezas no conformes hasta que el proceso se estabiliza. Si su equipo necesita “marcar” el proceso cada vez que se enciende la máquina, es probable que esté perdiendo más de lo que cree.
Estas piezas de las primeras tiradas rara vez son salvables y aumentan tanto los residuos como los costes. Peor aún, la variabilidad durante los arranques aumenta la probabilidad de que lleguen a los clientes defectos no detectados, un riesgo que ningún moldeador quiere correr.
De dónde viene realmente el ROI
Entonces, ¿cómo se consigue ese retorno de la inversión? No siempre se trata de ir más rápido o de recortar gastos, sino de conseguir estabilidad.
He aquí tres formas fundamentales en que los moldeadores pueden mejorar el tiempo de actividad y aumentar los beneficios:
- Elimine las causas raíz comunes
Identifique los problemas recurrentes, como el pegado de piezas, los desechos de arranque o las variaciones a mitad de carrera. Utilice datos o una solución de problemas estructurada para resolverlos de forma permanente en lugar de limitarse a reaccionar. - Estandarice el proceso de arranque
Documente y automatice qué aspecto tiene un “buen arranque”. Si es posible, incorpore los procedimientos de puesta en marcha a los controles de la máquina o a las listas de comprobación de los operarios para minimizar las variaciones. - Diseño para la estabilidad del proceso
Ya se trate del diseño del molde, la selección del material o los ajustes de la máquina, céntrese en crear un proceso que funcione con una intervención mínima del operario. Cuanto más predecible sea, más rentable será.
Reflexión final: Parar menos, ganar más
Las operaciones de moldeo que mejor funcionan no siempre son las más vistosas: son las más constantes. Cada minuto que pasa solucionando problemas, limpiando chatarra o reiniciando una máquina es tiempo que podría haber dedicado a fabricar piezas buenas. Ese es el ROI oculto del tiempo de actividad: no se trata sólo de producir más, sino de parar menos.
Si quiere aumentar la rentabilidad, empiece por ver dónde se ralentizan las cosas. Porque al final, un moldeo sin interrupciones es un moldeo rentable.